«¿Y si…?» Miedos que angustian a padres y madres frente a la diabetes tipo 1
«¿Y si se acuesta por debajo de 200?
¿Y si por no mirarle la glucosa a las tres de la mañana no me percato de que está bajando?
¿Y si tiene una hipoglucemia?
¿Y si no percibe que la está teniendo?
¿Y si baja tanto el azúcar que pierde el conocimiento?
¿Y si no nos damos cuenta de que ha perdido la conciencia?
¿Y si por la mañana…?»
Cuando se es padre o madre y tu hijo o hija tiene diabetes tipo 1, puede resultar especialmente difícil sustraerse a estas cavilaciones.
¿Qué son estos pensamientos?
Se trata de una trampa de nuestro pensamiento que consiste en adelantar acontecimientos y esperar el futuro más negro.
Una persona atrapada en esa situación va encadenando en su reflexión una serie de POSIBLES sucesos que auguran el peor resultado. Y, por añadidura, considera que lo más seguro es que sucedan así.
¿Por qué los tengo?
Son varios los ingredientes que hacen que estos pensamientos se conviertan en una tormenta mental perfecta. Veamos algunos:
- Existe un riesgo real de que pueda pasar. Pongamos como ejemplo el de una hipoglucemia nocturna. Tu hijo o hija tiene diabetes, así que nadie puede asegurarte que no le va a suceder.
- Relacionado con lo anterior, otro de los factores que alimenta el malestar es la incertidumbre. La falta de seguridad de que no va a ocurrir nada, a veces, supone una losa difícil de sobrellevar. Algunos padres lo perciben como si tuvieran la espada de Damocles permanentemente sobre sus cabezas.
- La persona atrapada en esa manera de pensar va a encontrar hechos que confirman su temor. Por ejemplo, una madre me comentaba: «Conozco a una familia que tuvo que cambiar a su niña de colegio porque estaba desatendida en lo referente a su diabetes y acabó teniendo una hipoglucemia grave después de la clase de educación física». En este sentido, esa madre se quedó atrapada en esta historia que conectaba directamente con su temor y, sin embargo, no tenía en cuenta los miles de niños y niñas con diabetes tipo 1 que están bien atendidos en el aula.
- El otro factor que concurre es el hecho de que los progenitores tienen el rol de cuidadores primarios. Por ello, las consecuencias de sus errores las sufre la persona que más quieren: su hijo o hija. Esta situación provoca que algunos de estos padres y madres desarrollen la necesidad de permanecer todo lo alerta que puedan. La idea de «si yo me equivoco lo pagas tú» adquiere una relevancia máxima en cualquier situación relacionada con la diabetes.
¿Qué consecuencias puede acarrear esta situación?
- Como consecuencia positiva, podríamos mencionar el hecho de que, aunque no garantiza que no suceda algo, la hipervigilancia hace que disminuya la probabilidad de que suceda.
- Pero ¿a qué precio? El balance coste/beneficio está muy descompensado. Lo que se paga es mucho más que lo que se obtiene a cambio. Por ejemplo, las únicas formas que se me ocurren para evitar una hipoglucemia nocturna es mantenerme alerta toda la noche y comprobar constantemente los niveles de glucosa o provocar una situación de hiperglucemia. Ambas, por supuesto, malas opciones.
- El coste en serenidad personal también puede ser enorme. Cierto que es de esperar que no suceda nada, pero... ¿estaremos calmados? La hipervigilancia no aporta sosiego.
- Más allá de lo personal, rendirse a ese temor hace que se transmita al hijo o a la hija una imagen de la diabetes como algo terriblemente peligroso, y no olvidemos el hecho de que es él o ella quien tiene que convivir con la patología durante mucho, mucho, mucho tiempo.
- Y, por último, resulta difícil para el hijo o hija crecer y madurar cuando constantemente es vigilado, escrutado, observado, custodiado, inspeccionado…
Por todo ello y, en conclusión, no parece que esta sea una actitud que convenga alimentar.
¿Se pueden combatir estos temores?
- ¡Por supuesto! Pero es necesario empezar por reconocer que, aunque el riesgo está presente, quizás estés teniendo una reacción desmedida.
- Cuida lo que dices. Fíjate cómo lo que provocan estas frases cambia con modificar una palabra:
- «La diabetes hace que mi hijo esté en peligro de tener una hipoglucemia».
- «La diabetes hace que mi hijo esté en riesgo de tener una hipoglucemia».
- «La diabetes hace que mi hijo tenga probabilidades de tener una hipoglucemia».
- «La diabetes hace que mi hijo tenga una situación a prevenir: la hipoglucemia».
Todas son ciertas, pero el sentimiento que acompaña a cada una de estas frases varía en intensidad.
- Hay determinadas situaciones en las que nadie puede asegurar que no vaya a suceder algo no deseado. Pero eso no significa que exista la certeza de que sí suceda. Es fundamental, ya que no se puede controlar todo, que aprendas a tolerar cierto grado de incertidumbre.
- Conviene preguntarse qué evidencias se tienen de que algo vaya a ocurrir. Recuerda que nadie conoce el futuro, por lo que estamos planteando situaciones hipotéticas y no hechos. No los tomes como tales.
- Esfuérzate en asignar porcentajes. Por ejemplo: ¿qué porcentaje de probabilidades hay de que tenga una hipoglucemia esta noche? Este es un trabajo que requiere hacerse preguntas tales como:
- ¿Ha pasado antes?
- En caso afirmativo, ¿cuántas veces? ¿Se dieron las mismas circunstancias?
- ¿Puedo hacer algo para que no vuelva a suceder?
- Pregunta a los que tienes cerca si, desde fuera, ven las cosas de la misma manera. Cuando estamos atrapados en un bucle del que no podemos salir, los demás nos pueden ayudar a hacer un análisis más objetivo. Pero, claro, te tienes que fiar de lo que te digan. Si no…
- Si, tras todas estas reflexiones, sigues pensando que va a pasar lo peor, puedes probar a hacer un mini experimento. Por ejemplo, como paso intermedio, en lugar de comprobar la glucosa cada hora, puedes hacerlo cada tres. De esa forma, tendrás más datos para, con posterioridad, tomar mejores decisiones. Además, estarás más cerca de lograr el objetivo final, que es el de dormir todos, toda la noche, tranquilos.
Mucho está en tu mano. Por mi parte, te deseo toda la suerte del mundo.
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