El debut en diabetes en la adolescencia
A la hora de acompañar en el diagnóstico de la diabetes tipo 1, siempre hay que tener en cuenta lo particular de cada persona y situación. Más aún cuando se trata de un o de una adolescente, ya que el momento vital en el que se encuentre exigirá una forma específica de ayuda.
Para entender cómo un adolescente asume el diagnóstico, cómo lo afronta y, por supuesto, cómo ayudarle, conviene reflexionar sobre algunas características que pueden matizar ese momento.
¿Cómo es el pensamiento de un adolescente?
- El pensamiento del adolescente ya está desarrollado de tal manera que puede formular hipótesis. Eso le va a permitir interrogarse sobre las cuestiones de su vida. Se hará preguntas tales como: “¿Por qué me ha pasado?” y “¿por qué a mí?”. Pero también otras más complicadas como: “¿Qué hubiera ocurrido si en lugar de… hubiera…?”.
- Tiene adquirido el concepto de cronicidad. El adolescente entiende que el tener diabetes se va a prolongar en el tiempo y que el tratamiento no busca la curación, sino evitar consecuencias negativas.
- Este mismo pensamiento le permitirá dibujar futuros posibles provocando preguntas como: “¿Cómo será mi futuro con diabetes?” y “¿será un obstáculo para poder cumplir mis sueños?”.
La vaguedad de las respuestas a esas preguntas genera inquietud en los jóvenes. Incluso puede llegar a angustiarles. Sin embargo, es importante ser muy honesto con las respuestas que se les ofrezcan. Es preferible que, desde el primer momento, aprendan a tolerar la incertidumbre antes que vivir con una quimera que, más tarde, se pueda volver en su contra.
Sensación de ser un organismo “estropeado”
Se debe tener presente que, en la adolescencia, sobre todo al principio, la persona se define por sus rasgos físicos (rubio, alto, delgado, de ojos verdes, velludo… con un páncreas estropeado).
La autoimagen está estrechamente relacionada con la autoestima. Si el adolescente centra su percepción de sí mismo en eso que no funciona, puede que le haga quererse un poco menos.
El pudor
Es posible, que se haya vuelto más pudoroso. Quizás lleve un tiempo evitando mostrarse en ropa interior, cerrando la puerta del baño, etc.
Sin embargo, ahora todo el mundo habla de la cantidad de veces que iba a orinar. Además, los días en el hospital tras el debut se está muy expuesto y se pierde privacidad. Constantemente hay que colocar vías, enseñar a pincharse en la tripa o el muslo, extraer sangre, medir, pesar, recibir visitas en pijama, etc.
Como sugerencia, tened presente este detalle a la hora de hablar en su presencia, ya que puede molestarle.
Reacciones emocionales esperables
Las vivencias del adolescente ante el diagnóstico son similares a las del adulto y sus reacciones emocionales tal vez no sean estables.
No es extraño que su humor sufra cambios sin que sean atribuibles a circunstancias externas, sino a sus propios procesos internos. Se trata de un intento de comprender y de adaptarse a lo que le está ocurriendo. No en vano, se enfrenta ante una situación nueva y desconocida que implica (o ha implicado) el ingreso hospitalario.
Así, en un momento dado está tranquilo y, sin solución de continuidad, se torna irritable o taciturno.
En resumen, el impacto del diagnóstico genera un incremento en:
- La sensación de vulnerabilidad.
- La incertidumbre ante el presente y el futuro.
- El incremento de la percepción de falta de control sobre su vida.
- Reacciones emocionales inestables y, aparentemente, arbitrarias.
¿Qué pueden hacer los adultos?
Ofrecer y ofrecerse
- Ser conscientes de la información que necesitan saber. Para ello tener presente que:
- Si el adolescente no pregunta, no quiere decir que no le interese (puede ser que no se atreva a hacerlo).
- Quizás la intensidad de la situación le provoque una sobresaturación y abotargamiento. Por ello hay que establecer claramente las prioridades de la información a proporcionar.
- Confirmar lo que ha recogido de lo explicado mediante preguntas abiertas tales como: “¿Qué te ha resultado más interesante (chocante, importante…) de lo que hemos hablado?”. Evitar otras como: “¿Lo has entendido?” ya que la respuesta siempre será “sí”, independientemente de si lo ha captado o no.
- Ofrecerse a hablar. El adolescente quizás necesite hablar, pero en el momento en que lo considere o se sienta capaz. Más allá de la educación terapéutica, no conviene imponerle el hablar. Sin embargo, se le puede preguntar si ese es un buen momento para hacerlo.
Invitar a que exprese lo que está sintiendo
- El hecho de que no exprese las emociones, no significa que no las esté sintiendo. Con frecuencia el “estoy bien” puede ser una forma de zanjar la conversación y no una realidad objetiva. Una forma adecuada de invitar a otro a comunicar sus sentimientos, es poner primero los propios en juego. Por ejemplo: “La verdad es que a mí todo esto me agobia un poco. Tú, ¿qué piensas?”.
- No conviene olvidar que, si para el adulto el diagnóstico de la diabetes tipo 1 supone un varapalo, para el adolescente es un golpe incluso más fuerte, porque, además de ser consciente de lo que le ocurre, es quien recibe el tratamiento.
- Posiblemente las expresiones de sus sentimientos varíen e incluso se muestren ambivalentes ante la misma situación. Está tratando de encajar lo que le ocurre y no siempre es fácil. Conviene no precipitarse a la hora de responder.
- El adulto debe evitar utilizar expresiones como: “No tienes por qué sentirte así”, “tampoco es tan grave”, ni por supuesto, “hay cosas peores”. Aunque tengan como misión consolar o animar, estas expresiones puede que no lo logren.
Potenciar la autonomía y la autogestión
Es preciso que, cuanto antes, el adolescente se haga cargo de su propia diabetes. Asumir las rutinas del cuidado le permiten sentir que recupera la capacidad de gestionar su propia vida. Así, la actitud del adulto, más que a dirigir, debe encaminarse a supervisar, colaborar, orientar, compartir.
Intentar normalizar la situación
La forma de encajar la diabetes en la vida anterior es luchar para volver a recuperar todas las actividades previas. Quizás haga falta un tiempo de aprendizaje, ajuste, etc.
Se le puede plantear algo parecido a esto: “La doctora ha dicho que podrás hacer una vida normalizada en un tiempo. ¿Por qué actividad de las que hacías te gustaría empezar. Veamos (preguntemos) cómo tienes que hacerlo”.
Ordenar las ideas
Un adolescente puede tener dificultades para ordenar sus ideas mediante la reflexión. Por eso, el apoyarse en la realización de actividades encaminadas a ese fin, puede serle de utilidad.
Favorece el que esas tareas tengan un resultado tangible. Así, actividades como: “Escribe una carta a tu diabetes”, “haz una lista de lo que te preocupa”, “ordena tus focos de interés” e, incluso, “diseña un grafiti que exprese lo que piensas” pueden ayudarle a organizar las ideas de forma operativa y a ponerle nombre a lo que está sintiendo.
Una última opinión personal
Un mensaje que pretendo transmitir a los adolescentes con diabetes con los que trato es que acabarán adaptándose, pero hacerlo proactivamente tiene más ventajas:
- Probablemente sea más rápido y más sano desde el punto de vista psicológico.
- Tendrán la sensación de que controlan su vida.
- Todo será más fácil. La forma en que se inicien en el camino en la diabetes, determinará su actitud hacia ella en el futuro.
Fotos: Anthony Ginsbrook en Unsplash; J. Ketelaars en Pixabay; y Nicolas Postiglioni en Pexels.
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