El diagnóstico de la diabetes: ¿cómo lo viven los niños entre 7 y 12 años?
Sabemos que cada niño tiene una forma de ser propia y una manera particular de procesar lo vivido y que, por lo tanto, la manera de tratar la diabetes debe ser individualizada. En el artículo ¿Cómo acompañar a los más pequeños en el debut? hablábamos de ello y de cómo expresan los niños sus sentimientos: que no los formulen con palabras no significa que no los tengan. Simplemente, les resulta difícil manifestarlos. La exteriorización de las emociones varía según la edad.
Recordemos que no conviene interpretar las reacciones infantiles como si se trataran de las de un adulto. Sus procesos mentales son muy distintos.
¿Cómo piensan los niños más mayores?
Entre los 7 y los 12 años, los niños interpretan la información de forma distinta a como lo hacían hasta entonces. Sin embargo, siguen necesitando saber qué les ocurre y cómo les afectará, ya que:
- Procesan la información de forma lógica. A partir aproximadamente de los 7 años ya entienden que en la diabetes hay una relación causa-efecto: la enfermedad se debe a que su páncreas (que está dentro del cuerpo) no puede "fabricar" insulina y por eso hay que pinchársela.
- Procesan la información de forma concreta. Aunque pueden llegar a entender la presencia de una causa real y objetiva, todavía no tienen la capacidad de pensar de forma abstracta. Por eso necesitan que las explicaciones que se le ofrezcan estén muy cercanas a la realidad que ellos conocen. Solo así podrán hacerse una idea de lo que les ocurre. Se les puede explicar, por ejemplo, que “hiper es como hipermercado: hay mucho de algo. Hipo es lo contrario. Así hiperglucemia es que hay mucho azúcar e hipoglucemia, poco”.
- Atisban el concepto de cronicidad. Entienden que aunque salgan del hospital tendrán que seguir cuidándose. Sin embargo, es frecuente que al cabo de unos meses aparezcan el desánimo y el cansancio por el hecho de tener que seguir pinchándose, por las restricciones impuestas y por el control de lo que comen. Es decir, entienden el porqué, pero no les gusta.
- En su percepción predomina el presente. Así, una vez pasado el susto inicial y estabilizado su metabolismo, el ingreso hospitalario es vivido como algo satisfactorio: reciben atenciones, regalos, visitas de compañeros y familiares… y además no sienten dolor.
¿Qué reacciones podemos esperar los primeros días tras el diagnóstico de la diabetes?
Puede ser que, aunque no necesariamente, durante el ingreso y en las primeras semanas tras el diagnóstico:
- Reaparezcan miedos ya superados (a la oscuridad, a estar solo…).
- Se sufran alteraciones del sueño (pesadillas, sueño agitado, insomnio…).
- Los niños se muestren más callados o/y nerviosos.
- Cambien su estilo de comunicación (puede que no pregunten sobre lo ocurrido o que demanden detalles a priori poco importantes).
- Sus expresiones emocionales sean inestables.
Es importante no banalizar estas reacciones.
Abordar la enfermedad con el niño
El primer paso para la adaptación es que el niño se haga una idea clara de lo que le ocurre. Para ayudarle a conseguirlo, podemos:
- Utilizar metáforas relacionadas con su vida. “La insulina es la llave que abre la puerta de cada célula”. Si bien deben ser ajustadas a la realidad, no es imprescindible que sean estrictamente médicas. Es preferible que se haga una idea aproximada pero correcta de lo que sucede.
- Necesidad de apoyo visual. Entienden mejor cuando se le explica algo apoyándose en ilustraciones, juegos y vídeos (siempre que estén adaptados a su edad).
- Mejor enseñar que explicar, pero mucho mejor poder tocar. La mejor vía para adquirir conocimiento es poder manipular los objetos mientras se escucha la explicación. Se aprende mucho mejor aquello que se hace que lo que se escucha o ve. Algunos ejemplos: para explicar qué es el páncreas y dónde se encuentra se pueden utilizar juegos de anatomía; para hablar del conteo por raciones, representaciones de plástico de distintos alimentos.
- Por supuesto, tras dar las explicaciones precisas hay que contestar a sus preguntas. Conviene hacerlo de forma simple y comprensible, pero sobre todo de forma honesta. No hay que intentar suavizar la situación con medias verdades. Por ejemplo, a la pregunta “¿me curaré?”, la respuesta podría ser que de momento nadie ha descubierto un modo de curar la diabetes, pero que es posible que en el futuro alguien lo haga. Es inadecuado decirle que sí, ya que nadie puede conocer el futuro.
- Por último, es preciso pedirle que relate lo que ha entendido de lo que le hemos explicado. De esa manera se podrá saber qué es lo relevante para él y si ha captado los mensajes de forma correcta. Así siempre tendremos la oportunidad de aclarar, rectificar, etc.
¿Cómo podemos los adultos ayudar a los niños en este momento?
Posiblemente sus expresiones emocionales sean inestables y pase de la timidez al descaro; del aislamiento a la verborrea; del interés a la indiferencia.
- Es fundamental que el niño comprenda lo que ocurre en su cuerpo. Así podrá explicarse los aspectos que para él son más relevantes del tener diabetes (las inyecciones de insulina, las determinaciones glucémicas, el control de los alimentos, etc).
- Respetar el hecho de que quizás no quiera saberlo todo. A no ser que se trate de información imprescindible, se debe procurar no dar más información de la que pueda (o quiera) asimilar.
- Debemos transmitirle la idea de que es lógico que pueda estar asustado, enfadado o triste. Démosle la oportunidad de expresarlo, pero sin forzarle.
- Aunque ya tiene más elementos de juicio que los más pequeños, este niño sigue midiendo la gravedad de lo que le ocurre en función de la expresión emocional que tengan sus padres y otros familiares cercanos (tíos, abuelos…). Por este motivo hay que ser muy cauto con la forma de expresarse en su presencia.
- No siempre sucede, pero algunos niños pueden percibirse como seres “defectuosos”. Dialogar con ellos sobre qué creen que les pasa puede ayudar a detectar una interpretación inadecuada del hecho de tener diabetes que les haga perder autoestima.
Las 5 claves para acompañarles
- Anticípale lo que va a ocurrir. Saberlo le ayudará a prepararse.
- Sé sincero y conciso en las explicaciones, adaptándolas a su entendimiento.
- Pídele que repita lo que le has explicado. Así confirmarás que lo ha entendido.
- Lo más importante, transmítele afecto por la palabra y, si lo admite, mediante el contacto físico.
- No olvides que los niños tienen una gran capacidad de adaptación si se les acompaña en el proceso.
Si el niño empieza bien en su camino con la diabetes, tiene más probabilidades de seguir bien a lo largo de su vida.
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