…y la diabetes se adaptó a su vida…
Candela y Vega tienen 9 años y son hermanas gemelas. Llevan el mismo ritmo de vida, pero sólo una de ellas, Candela, tiene diabetes. La diabetes tipo 1 entró a formar parte de la vida de la familia cuando las niñas tenían 7 años. Pasado el desconcierto inicial, la familia integró la enfermedad en su día a día adquiriendo nuevos hábitos que hasta entonces eran totalmente irrelevantes: consultar el etiquetaje de los alimentos, contar los hidratos de carbono (HC), pesar los alimentos, calcular raciones…
Toda la familia ha cambiado los horarios de las comidas y ha adquirido nuevos hábitos alimenticios. Poco a poco, la diabetes se ha integrado en sus vidas, tal y como ya les vaticinó el endocrinólogo pediátrico, Roque Cardona. La madre de Candela todavía recuerda sus palabras: “la diabetes se adaptará a la vida de Candela y no al revés”.
Una madurez inusual para su edad
Y la diabetes efectivamente no ha cambiado a Candela, sigue teniendo el mismo carácter y personalidad, excepto cuando “toca control”. En ese instante, Candela deja de lado los rasgos propios de la niñez para convertirse en una persona madura y responsable, consciente de la relevancia de sus controles diarios.
Los controles y los pinchazos (antes con las plumas y, ahora, con la bomba) corren a su cargo, pero cuenta con el apoyo de los adultos que la rodean. En la escuela, los tutores y monitores supervisan y acompañan a Candela en esta tarea diaria. Antes del patio y antes de la comida, Candela se hace un control, que se envía a la familia vía WhatsApp, para confirmar la dosis de insulina. En cuanto a las comidas, los padres y la escuela trabajan codo a codo modificando cada mes los pesos de los hidratos de carbono (HC) del menú.
Vega, su cómplice incondicional
Cuando llegó el debut de Candela, su hermana Vega lo vivió muy afectada, sufría por ella. Pero supo llevarlo con mucho respeto entendiendo que Candela necesitaría una atención especial durante los primeros meses. Con el tiempo, Vega ha adquirido conocimientos básicos sobre la diabetes e incluso asiste con Candela a las colonias de la Asociación de Diabéticos de Cataluña (ACD).
Aunque las colonias finalmente fueron muy beneficiosas, al principio Candela no quería ir. Sus padres habían naturalizado tanto en su discurso la diabetes que Candela no entendía por qué tenía que ir de colonias con otros niños con diabetes ni por qué existían unas colonias especiales para niños con diabetes. Pero el resultado fue muy positivo. Aprendió una técnica nueva para utilizar su pluma y compartió experiencias, además sus padres estuvieron tranquilos sabiendo que estaba en buenas manos.
La complicidad de las hermanas tiene en el lenguaje de los signos un aliado incondicional. En ocasiones, lo utilizan para comunicarse privadamente y a la vista de todos. Lo conocen porque en su colegio, la Escuela Municipal Tres Pins de Barcelona, integran desde parvulario la enseñanza con niños sordos. Por eso, el lenguaje de signos es común en las aulas y habitual como lengua vehicular entre profesores, padres y alumnos.
El deporte como forma de vida
Candela siempre ha sido muy activa, para ella el deporte es una actitud y una forma de vida a la que no renunciará por la diabetes. Para manejar deporte y diabetes, Candela cambia las basales de la bomba según el esfuerzo. Practica todo tipo de deportes, skate, snowboard, patinaje… aunque su preferido es sin duda el fútbol. Entrena dos horas a la semana y juega partidos algún fin de semana.
El momento deportivo más especial se produjo en mayo de 2016 cuando participar en la 5ª Diabetes Cup España: un torneo de fútbol para niños y niñas con diabetes 1. Su equipo, Los Osos, se proclamó campeón de la competición. Candela marcó el gol de la victoria en el último minuto y sus compañeros la alzaron mientras coreaban “¡Candela de mi vida!”, emulando el gol de Iniesta con la selección española. ¡Toda una vivencia inolvidable!
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