Maria Polonio
Madre de una joven con DM1
“¡Què ilusión! ¡Todavía hay esperanza! ¡A lo mejor le pueden salvar estas células que quedan vivas!”, pensé.
No sucede un día concreto, pero llega un momento en que sabes perfectamente que este tiempo de esperanza maravilloso se ha acabado.
La primera vez que escuché esta pregunta de la boca de mi pequeño se me rompió el corazón. No sé si bien o mal, le di una explicación de adulto a un niño de tres años.
Hace casi 5 años del debut de mi hijo. Nuestro paso por el hospital no debió ser muy diferente al de otras familias que han pasado por esto. Aquella sensación de entrar sano y salir enfermo para toda la vida, al revés de lo que suele pasar.